lunes, 3 de junio de 2019

Azitromicina

Elogio de la Azitromicina.



Dice la sabiduría popular que “el médico cura pocas veces, consuela muchas y lamentablemente empeora algunas”. Se busca la curación completa y eso no es posible mientras no se conozca y controlen todas  las causas de la enfermedad existente. La llegada de los antibióticos a la Medicina ha supuesto en este sentido el mejor exponente de lo que puede llegar a ser la verdadera sanación, la curación liberadora y definitiva, porque estos medicamentos han resultado una verdadera terapia etiológica.



Dentro del grupo antibiótico, abierto por Fleming con su penicilina  y evolucionado en mil nuevos productos  de origen biológico, yo quisiera  elogiar hoy a un determinado genérico que considero está siendo aprovechado tan sólo en un 50 % de sus posibilidades curativas. Me estoy refiriendo a la Azitromicina.



Se trata de un macrólido que a su gran actividad contra muchos tipos de estafilococos, estreptococos  y amplia flora bacteriana gram negativa e incluso frente al género  clamydia, suma el tener una rápida y soluble penetración en tejidos blandos y lo que es más importante: el persistir durante días en el interior de los leucocitos y de macrófagos, a los que protege con  una intensa acción bactericida. El tratamiento, al ser realmente efectivo no necesita ser prolongado, por lo que los posibles efectos adversos se minimizan ( nos indican  llevar  precaución tan sólo en determinadas cardiopatías), a la par que hace difícil la aparición de resistencias..

Así podemos resumir que la azitromicina es utilizada fundamentalmente  para tratar ciertas infecciones del tipo de la bronquitis o de la neumonía. También en frecuentes infecciones infantiles entre las cuales se encuentran: faringitis y amigdalitis, otitis media. En el el caso de adultos  ha sido usada principalmente para el tratamiento de enfermedades  oculares y de transmisión sexual como infecciones por Chlamydia trachomatis, linfogranuloma venéreo, uretritis no gonocóccica, enfermedad pélvica inflamatoria, gonorrea, y hasta en sífilis, en caso de resistencia a Penicilina.



No se ha ponderado suficientemente la acción de este antibiótico en tejidos blandos. Me refiero a la solución  que ofrece la Azitromicina en abscesos, fístulas, flemones o infecciones en zonas subcutáneas, con un excelente resultado que llega a hacer innecesaria la intervención quirúrgica.



Personalmente la he utilizado con asombroso éxito en numerosos casos de quistes pilonidales que en período inicial quedan  resueltos en adultos con sólo dos envases de azitromicina 500 mg a tomar: el primero un comprimido o un sobre cada 12 horas y el segundo igual pero cada 24 horas. En caso de quistes antiguos con ramificaciones en los que es forzosa su apertura, extirpación o drenaje, el uso de la azitromicina en las últimas curas me ha evitado con seguridad su posterior reaparición. Se trata, pues, a de un antibiótico muy indicado como  profiláctico de cualquier clase de   infección  postoperatoria.

 También en casos de inflamación bacteriana  en otros tejidos blandos como ocurre en flebitis e incluso en  iridociclitis la Azitromicina a la misma dosis me ha dado muy buenos resultados. También es  muy significativo el buen resultado que ofrece en caso de diverticulitis intestinal por su buena difusión en tejidos blandos. La diverticulosis es, como se sabe un comienzo frecuente de la carcinomatosis intestinal y es muy conveniente evitarla. He aquí un tratamiento profiláctico efectivo para estas patologías, pues bastaría un sólo uso de 2 0 3 días tomando Azitromicina repetidos  cada 6 o 12 meses para evitar la formación de los molestos y peligrosos divertículos intestinales.



Estimo finalmente que si todos los médicos expusiésemos las ventajas, éxitos o inconvenientes que encontramos frecuentemente con cualquier medicamento, en un medio de divulgación efectivo, podríamos aprender y mejorar unos con otros para una mayor eficacia  y para una mayor gloria de nuestra propia medicina española.


Epicuro  2017