domingo, 2 de junio de 2019

Etiopatogenia tumoral


Algunas consideraciones sobre etiopatogenia oncológica.-





 Hoy día sabemos que en toda célula cancerígena existen abundantes alteraciones genéticas que se pueden visualizar como alteraciones cromosómicas, y que alteran profundamente el mecanismo regulador de la multiplicación celular, quedando ésta desbocada, sin ninguna clase de freno, originando la más completa anarquía celular que identifica a la célula maligna. Aún recuerdo la primera imagen histológica que ví de una masa carcinomatosa hepática en un corte teñido con hematoxilina-eosina, en una de  mis primeras lecciones de Anatomía Patológica en la Facultad.  Múltiples citoplasmas con gruesos núcleos , agregados sin  orden ni concierto, sin estructura alguna, salvo la de un amasijo celular desprovisto de vasos y  de  nervios, como  un crecimiento monstruoso sin orden ni función, y lo que es peor sin barreras de contención.

Existen agentes mutantes cancerígenos químicos, como  lo es el benzopireno, otros virales que son  responsables de algunos tipos de papilomas, otros ambientales como lo son las radiaciones ionizantes y por último otros degenerativos en los que se encuentra como causa el natural agotamiento de una larga vida llena de agresiones por radicales oxidantes.  Todos ellos pueden destruir los frenos reproductivos celulares a través de cambios genéticos inducidos. En caso de vejez la célula ha tenido un desgaste  por numerosas agresiones externas sucedidas y sus nucleótidos han perdido su natural  influencia en el proceso de control reproductivo.  Tanto ocurre así, que no falta quien  piensa que el cáncer de próstata del varón no es una simple enfermedad, sino el proceso normal de “exitus” , es decir que acabaría padeciendo cualquier individuo si la vida se prolongase lo suficiente.

Los procedimientos que utilizamos para luchar contra el cáncer son, como todos sabemos,  quirúrgicos, químicos (quimioterapia) o ionizantes (radioterapia). El primero en importancia y eficacia  es la cirugía temprana . Los dos últimos tratan de eliminar a las células enfermas, procurando lesionar lo menos posible a las células sanas, lo que no siempre es posible.

No obstante hemos de subrayar que existe también un factor natural que puede llegar un buen aliado para conseguir la curación del tumor.: la inmunidad.

Es la inmunidad el arma eficaz que nos hace vencer a una infección invasora bacteriana dotada de extraños antígenos transcurrido un tiempo, mediante la fabricación  de anticuerpos selectivos. Siendo la célula cancerígena muy similar a la normal, de la que se diferencia por muy pocos y aislados rasgos bioquímicos, es por lo que el organismo tarda su tiempo en llegar a  efectuar las oportunas defensas frente a aquella. Aquí podríamos también llegar a pensar como en el caso mencionado del “obligado” cáncer de próstata, que también pòdría llegar a ser  cuestión de tiempo el que el organismo aprendiese a combatir con eficacia sus propias degeneraciones cancerígenas. Mas no ocurre casi nunca así.

Esto, sin embargo,  se observó en otro caso de enfermedad maligna que sorprendió mucho a nuestra anterior generación médica. Me refiero al linfoma de Hodgking que era considerado un proceso realmente maligno cuyo pronóstico no era nunca mayor de tres o cuatro años de esperanza.. No obstante  se luchó contra ello, se trató de mejorar con corticoides, y tratar con antimitóticos  como mostazas nitrogenadas, el leukerán o  el clorambucil, para así alargar en lo posible la vida del paciente. Asociados con la radioterapia  se  fueron consiguiendo otros quimioterápicos mucho menos tóxicos que permitían protocolos más constantes y llevaderos, de manera que, poco a poco,  se fue prolongando la supervivencia hasta los 10 o 15 años, por lo que ya se hablaba de curaciones prácticamente totales. La inmunidad pudo al fin vencer a aquel  cáncer linfático, gracias al saber ganar tiempo mediante una prudente terapia paliativa.
Fueron curaciones en las que el nivel de anticuerpos antitumorales  creció lo suficiente para imposibilitar la producción de  metástasis humorales.

También  comienza hoy a apreciarse un fenómeno antes muy poco usual: el que un individuo se acabe curando de una clase determinada de cáncer, pero, en cambio,  pueda sufrir una posterior aparición en otro lugar diferente de otro tumor antigénicamente diferente.

Sabemos hoy que, antes que las tardías defensas humorales nos ayuden contra invasión tumoral,  existen las defensas tisulares,  las “killed cells”, o células asesinas. Son éstas la policía secreta,  los macrófagos que se ocultan en todos los tejidos observando a las demás células y eliminando a cuantas presentan caracteres  antigénicos no reconocidos, como lo son parcialmente las células oncológicas. ¡Cuántas veces, probablemente, habrán mediado quizás estas benditas células salvadoras en nuestro organismo para impedir la producción de un cáncer in situ.! . El problema es que la inflamación o proliferación cuando se hace frecuente o continua las va desgastando y agotando. Por eso si queremos prevenir la formación del cáncer deberíamos de impedir toda clase de inflamación crónica, sea en bronquios (fumadores), sea en estómago  (gastritis), sea en colon o recto (diverticulosis y proctitis), o sea en tejidos de frecuentes cambios hormonales proliferativos como lo son la mama, el endometrio o la vagina.

Es un gran motivo para nuestra esperanza, sea como médicos o sea como pacientes, el hecho de que a medida que la prevención es mayor, que la cirugía es más precoz, a medida que la quimioterapia y la radioterapia son más selectivas y menos lesivas se vaya venciendo al cáncer. Nos ofrece la investigación nuevos recursos paliativos y pensamos que en un futuro próximo la inmunología nos ofrecerá, aparte de su vertiente diagnóstica tumoral, otra vertiente  terapéutica que será realmente eficaz.

Epicuro  2017