sábado, 30 de marzo de 2019

AUTOESTIMA

 LA  AUTOESTIMA.-


Denominamos autoestima a la facultad que tiene un individuo de conocerse y considerar su propio potencial positivo. Según pensamiento de muchos filósofos como Sócrates o místicos como Edith Stein, la felicidad humana sólo es posible si hay armonía y paz entre el cuerpo y el alma. La autoestima estimula  al cuerpo a seguir al alma como un hijo a su madre y al alma la induce a conducir al  cuerpo como una madre a su hijo; entre ambos siempre media el amor mutuo, unión indispensable. Y eso es precisamente la autoestima: amor,  amor al mismo yo, .pero un  amor de sí mismo ordenado, destinado  al amor de otros. Y ello porque eso es el ser humano: una máquina para amar. Se halla orientado desde la base de sentirse creado por  Dios y  querido por El muy  profundamente  y, a la vez,  en la dirección del servicio al prójimo, que, igualmente, es un hermano amado de Dios. Se diferencia  totalmente la autoestima del amor desordenado de uno mismo,  soberbia o egoísmo, porque éstos no tienen dicha base ni dicho fin. No es autoestima el creerse de entrada mejor que los demás, ni tampoco el desear el dominio o la superioridad. sobre otros. Esto representa  una vulgar soberbia o acaso un complejo de inferioridad reactivo. Autoestima es simplemente el estado de ánimo que nos hace ser superiores a nosotros mismos, valorando más los medios empleados que los resultados obtenidos., es decir: más la batalla que la victoria. Es autoestima el crecerse ante las dificultades, el superarse ante los errores, el anhelar la perfección soñada con esfuerzo y constancia. Es autoestima el sentirse libre y responsable ante los problemas propios y ajenos, es autoestima el encontrarse a gusto con uno mismo, aún deseando mejorar mucho. Es autoestima el saborear el trabajo realizado, la satisfacción por el cansancio y un firme propósito de superación. Es autoestima el superar fracasos con la esperanza segura de una corrección pronta y efectiva.

La autoestima es un caudal  que se nutre de tres fuentes: de los demás, de uno mismo y del Creador.

 La primera: por sentirse querido de otros,  es propia de la infancia y crecimiento, y es un factor necesario para el desarrollo psíquico de la persona. El amor de los padres, el sentirse amado, alimentado, arropado y admirado  por ellos, es indispensable para poder vivir y llegar poseer una mente  equilibrada. Su carencia es origen seguro de psicópatas y de asesinos. Tras de cada monstruo social se esconde un ser inadaptado por carencia de afecto, una  falta adulta de autoestima que arrastra al individuo al desprecio al egoísmo y al odio hacia toda la sociedad. Tras cada déspota, cada desequilibrado que vocifera, que insulta o que humilla, no hay más que un problema que nació acunado por la carencia de autoestima. El gran motor que mueve al individuo es el sentirse apreciado, y respetado por otros.

El segundo origen es una autovaloración positiva. Comienza a funcionar en la madurez psíquica, de la que es fruto. Es necesario que funcione de manera independiente del medio externo, de padres y amigos, ya que durante la vida son frecuentes las circunstancias fisiológicas y circunstanciales que reducen el nivel general de autoestima. Sobre como se puede conseguir su incremento dedicaremos la mayor parte de este tema.

El tercero es de origen religioso,  también procede de la madurez, pero en la fe, en la creencia en un Ser Superior que nos ha hecho porque nos ama desde toda la eternidad. Los cristianos agregamos que nos ama sin límites, con toda su fuerza infinita, porque sabemos que derramó su sangre en Cristo, imagen perfecta de su Padre,  para salvarnos a cada uno de nosotros. Por eso tenemos conciencia de que somos seres únicos e irrepetibles, por eso tenemos  conciencia de nuestro enorme precio.  En la fe, en la esperanza y en la caridad del cristiano no hay lugar para conceptos de inferioridad, ni para la mediocridad. El tener a Dios como dueño y Señor es fuente inagotable de autoestima y de libertad. San Agustín, obispo de Hipona decía: " Rechaza ser siervo del Todopoderoso y verás como tus  temores serán tus amos; adora y sirve a tu Creador  y verás como tus complejos te obedecerán como a su señor y amo."

Por otro lado el primer mandamiento de la Ley de Dios es "Amarás al Señor, tu Dios, sobre todas las cosas, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con toda tu mente.",  y el segundo es: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo."   No está por tanto la perfección cristiana en despreciarse a sí mismo, en olvidarse de uno mismo, en menospreciar los valores propios, sino que está en elevarse de nivel, para subir también de igual manera  la temperatura del amor a los demás y por ende la bondad del servicio a prestarles. Poco puede amar al prójimo, poco puede serle útil, quien poco se estima a sí mismo.  Su amargura interior acabará agriando al hermano, su auto-desprecio se transformará en olvido del otro,  su tristeza profunda será un revulsivo para todos. Cuanto más, la persona que se aprecia..¿  no ha de querer lo mejor para sí misma y para los demás?. Se llenará del oro de la felicidad, sí ..pero para después compartirlo con los demás, y si se va gastando repetirá la acción las veces necesarias hasta conseguir que todos los próximos dejen de habitar  en un "valle de lágrimas", para vivir en un vergel florido de luz y de alegría, de paz y de concordia. 

Volvamos a la autoestima que brota de uno mismo. Es, haciendo un paralelismo, como un jarrón de flores encima de una mesa. Necesita de la integridad de ésta última para mantenerse en pie de manera estable. Las cuatro patas de esta mesa se llaman: fidelidad, generosidad, paciencia y respeto. Son también los cuatro ingredientes  precisos para con uno mismo, para con  la familia, y para con la sociedad.

Fidelidad.- Para el mantenimiento firme de ese jarrón de íntima paz me es necesario, a parte de ser fiel a Dios que me ha amado desde toda la eternidad, el  ser fiel a mí mismo, no deseando con mis ojos  otras dotes mejores  que las que poseo, que de seguro han de existir en otros. Me es necesario ser objetivo con mis cualidades, sin aumentarlas ni disminuirlas, me es preciso guardarme fidelidad en la constancia, en el desarrollo del trabajo y del ideal que secretamente me he impuesto. Ser fiel para reconocer y utilizar aquellos talentos recibidos sin desgastarlos por mal uso y sin dejarlos dormir, empeñándome en ellos al bien ajeno. Ser fiel en saber estar cada día de la vida  ante uno mismo, analizándose  veraz y objetivamente sin angustias pero con plena responsabilidad.

Generosidad .- Ser generoso conmigo mismo para saber encontrar lo mejor de lo mejor, para saber ser audaz, para poner el listón lo más alto que se pueda. Agrandarse lo suficiente para vivir con entusiasmo, para hacer vivir así a los demás. Generosidad para valorarse en nuestros pequeños éxitos, en sus sacrificios, en sus  trabajos y en sus aciertos.  La audacia de sorprenderse a uno mismo, es el arte de ser siempre joven. Hemos  de proyectar generosamente el calor personal con toda la familia, con los compañeros, con los amigos.  

Paciencia- Ante las dificultades, ante los reveses, ante los fracasos. Paciencia sin olvidar nuestra  condición natural de debilidad, pero sin dejar de contemplar la superación. Paciencia que nos permita seguir estimándonos a pesar de cualquier error realizado. Paciencia ante las críticas recibidas de otros, evitando ser destruído por envidias o celos. Paciencia por todas las limitaciones físicas, que pudieran ser del habla, del oído, de la vista o de la movilidad, sin olvidar que cualquier minusvalía  realiza la hipertrofia funcional de otros órganos. (conozco el caso de una persona tartamuda que quizás no tuviera una carácter tan extremadamente sensible, noble,  leal y servicial, en una palabra tan encantador .. si es que Dios no la hubiese bendecido con aquella pequeña limitación..) Paciencia ante las debilidades  de nuestro carácter, como el mal humor en ciertos momentos, como los olvidos de los demás, como la pereza o la necesidad de hablar siempre más de lo necesario. Paciencia ante todos los defectos, pero siempre con capacidad de lucha, de superación, de enmienda y corrección. Esta es la verdadera grandeza del ser humano.

Respeto.- Hacia el alma y hacia el cuerpo, porque somos  únicos e irrepetibles. Respeto para el cuerpo sin forzarlo en el comer ni en el beber. Sin forzarlo a fumar  o a beber, consciente del daño que  hacen el tabaco y el alcohol.  Respeto a nuestro cuerpo que necesita ejercicio y hacia nuestra mente que necesita también del descanso y de recreo.
Respeto a la propia estima ante fracasos colectivos, sabiendo no inculparse de  las responsabilidades de otros. Respeto a la mente procurando no forzar sus limitaciones, marchando al ritmo y velocidad que ella nos permite. Respeto al rendimiento físico y mental, cuidado al planear cualquier acción, consciente de lo que se puede emprender y de lo que escapa a nuestras posibilidades. 

La autoestima descubre en el yo interior en todas las etapas de la vida y consigue un trato coherente con el niño que todos somos, con el hombre maduro y con el anciano que también nos identifican. Por eso debemos  ser  tolerantes con  nosotros mismos como lo debemos  de ser con un hijo o  con un padre. Me debo respetar  como lo haríamos con ellos, es decir: con paciencia ante la insensatez o las manías,  con paciencia ante nuestra juvenil  inexperiencia  o con paciencia ante nuestro cansancio después de largos años. 
 Hemos  de tratar de vivir con el entusiasmo  lo mejor de cada edad.. Decíamos que la verdadera tolerancia entre las personas engendra cariño y  transmisión de valores, pues bien: también pueden combinarse mutuamente en cada uno de nosotros el respeto al niño , al hombre y al viejo que nos acompañan como propio yo. 

La Química cerebral.-

Siendo el autoestima una potencia psíquica también tiene su modo de expresarse a través de la química cerebral. Hoy día sabemos que las alteraciones del complejo funcional adrenalina-catecolaminas tienen una importante repercusión neurológica . La depresión puede desgraciadamente transformar el sentimiento de auto-valoración en auto-desprecio,... y en tal manera que puede empujar al individuo hasta su destrucción: el suicidio por odio o por asco hacia sí mismo. Ante estos acontecimientos, ni que decir tiene, que sobra todo razonamiento o toda disertación. No queda más remedio que atacar a la causa por su remedio farmacológico que vamos conociendo . Afortunadamente en no mucho tiempo el paciente va devolviendo el equilibrio su metabolismo del Sistema Nervioso  y  la presencia de autoestima reaparece en su nivel adecuado, protegida por bases racionales.


Tres mandatos  para Mejorar la autoestima:


Se resumen en la máxima San Agustín, el sabio de Hipona : "Conócete, acéptate y supérate."

1.- Hemos de conocernos tal cual somos en todo. Nuestro pasado nos informa y debemos de conocerlo a fondo sin disimular  lo malo ni  menospreciar lo bueno.
2.- Hemos de aceptarnos y eso implica comprendernos y querernos  con todas nuestras virtudes  y pese a todos nuestros defectos.
3.- Hemos de superarnos a nosotros mismos, limando nuestras imperfecciones que litigan con los demás y mejorando nuestras actitudes en favor del servicio ajeno. Esto aumentará nuestra justa y merecida consideración, pues nuestras virtudes naturales son prestadas por el Creador, pero nuestras virtudes adquiridas o aumentadas son verdadera causa de autoestima.
 Ahora así ya podrás escribir TU NOMBRE Y APELLIDOS   con MAYÚSCULAS  y con TRAZO GRUESO en medio de una una hoja de un cuaderno al terminar el día.   Y firmar siempre subrayándolo. Verás cómo tu te haces importante para ti mismo y comprendes que  vales sobradamente por tu propio esfuerzo. Cada mañana recuerda al despertar tus letras grandes y fuertes que escribiste el día anterior en conmemoración de las cosas buenas que se te ocurrieron, que hiciste o experimentaste. Haz proyectos nuevos y trata de cumplirlos. Si salen: ¡Bien!, si no salen...., acéptalos como un reto que más tarde has nuevamente de SUPERAR.



Jonas  2019