miércoles, 22 de mayo de 2019

LA EUTANASIA

LA LLAMADA "MUERTE DIGNA"-

 A todos los pacientes graves.



Conceptos de Eutanasia activa y pasiva.-

Antes de nada es preciso tener ideas claras de lo que significan una u otra, pues sus intencionalidades son radicalmente opuestas. Se denomina eutanasia activa a quitar la vida a algún ser humano bajo el  pretexto de evitarle padecimientos. Es una forma  "piadosa " de homicidio.

Por el contrario se denomina eutanasia pasiva a la conducta que rechaza medios  médicos netamente extraordinarios y muy costosos, que tan sólo  alargan el período de vida de manera bastante penosa para el  paciente terminal.

La deontología  médica, al igual que la moral de la Iglesia Católica prohiben la eutanasia activa pues consideran que ningún ser humano puede arrebatar la vida a otro.  No así respecto de la eutanasia pasiva, en la que ambas éticas  permiten prescindir de remedios extraordinarios  que tan sólo tratan de  alargar la vida  del moribundo que ya no alberga esperanza alguna de mejora.



La llamada "muerte digna"

Tras el eufemismo recientemente acuñado de "muerte digna" se hallan ideas muy adversas y encontradas. Para unos morir dignamente es simplemente morir rápidamente y sin dolor. Para otros , los cristianos, la verdadera muerte digna es la que tuvo Jesucristo, pese a sus tremendos dolores en la cruz, pero sin perder ni su señorío ni su paz,  basado en aceptar la voluntad del Padre hasta el último momento en el que le encomienda su alma. No significa  la dignidad cristiana el sacrificarse al dolor, sino el tratar de evitarlo en lo posible,  pero aceptando paralelamente los designios  de Dios.

El cristiano, repito,  no tiene porqué amar el dolor,  debe de evitarlo tanto en sí mismo como en sus hermanos y en la medida de todas sus fuerzas; el cristiano no es un masoquista que se complace en el sufrir, pero tampoco es un cobarde que huye del cumplimiento de su misión por temor a experimentarlo.  Y es que, en palabras de Claudin "Cristo, el Hijo de Dios no ha venido al mundo a suprimir el dolor, ni tampoco a explicarlo, sino que vino a compartirlo con el hombre". Desde que se encarnó como verdadero hombre, Jesucristo  hizo digno para siempre al ser humano el trabajo y la pobreza y su dignidad superior al dolor, a la enfermedad y a la muerte. Algunos pensarán que instauró un camino muy elevado, para superhombres, y no reparan que ese mismo Cristo, el  que traza estas aparentes altas sendas es el mismo que con lágrimas suplicaba al Padre, sumido en su total debilidad humana  : "Padre, si es posible que pase de mí este cáliz,.... mas no se haga mi voluntad, sino la tuya". También aquí, en su petición de  rechazo al dolor, Cristo dignifica la propia debilidad del hombre. La altura de su dignidad arranca de la bajura de su humanidad  idéntica a la nuestra. Por eso no temamos, tampoco nosotros, gritar al Padre, con todas nuestras fuerzas "líbranos del dolor y de la agonía". Cristo, con el infinito valor  de todo un Dios, inundó de dignidad  y de sentido  la propia debilidad humana, para que aprendamos de una vez para siempre que su testimonio no es teórico ni inaccesible, sino práctico y  natural .  La   falta de fuerzas ante  el  padecimiento y ante la muerte, si se acepta  la voluntad de Dios,  es el signo más valioso de la verdadera grandeza humana.

Es cierto que el hombre es libre. Dios nos respeta la libertad que nos infundió en lo más profundo del alma, mientras alienta nuestra vida corporal. El hombre a veces hace buen uso de ella y otras no. Siempre Dios respeta nuestra decisión voluntaria, incluso ante la traición del suicidio. Dios no aparta de sí a nadie, somos los propios hombres los que nos alejamos de El y, en ocasiones, para siempre, al descuidar el momento más trascendente de toda la propia existencia:  nuestro final individual. Porque la muerte no es un terminar, sino un comenzar. Tan importante es ese momento, que un simple segundo suyo pesa mucho más que toda una existencia vivida anteriormente, sea para el bien o sea para el mal. El que muere amando y muere perdonando,  aceptando la voluntad de un Dios que le llama porque lo quiere para sí...  y no tardará en encontrarlo,  y no caerá en el vacío. Mas el que muere sin amor, con olvido o con  resentimiento hacia su creador o hacia su prójimo, que es lo mismo, detiene el reloj de su tiempo para siempre, porque la única movilidad, el único cambio posible, la única posibilidad de la vida  está en el amor. Este otro cae irremisiblemente en el vacío de la soledad y del odio y ya nada le cambiará, porque muere para siempre voluntariamente al  despojarse a sí mismo  de su  amor, que era su vida definitiva. Quizás parezcan  estas ideas muy profundas para más de uno, pero a esa  profundidad nos ha de conducir a todos el remolino imparable de nuestro  irremediable final.

Es sutil a veces el paso de eutanasia pasiva a la eutanasia activa. Pondré un ejemplo: Un paciente agónico está sufriendo  intensamente y su médico  considera necesario sedarlo, es decir hacer desaparecer el dolor , aún con la pérdida de conciencia del paciente o con la posibilidad de acortamiento de su existencia natural. Con el permiso expreso del paciente o en su defecto de sus familiares utiliza un milígramo de morfina para ello, una dosis usada en múltiples ocasiones de procesos dolorosos, tales como cólicos biliares o ciáticas rebeldes, utilizando una vía de absorción lo más lenta posible. Otro médico en otro Centro, queriendo abortar totalmente el problema, con  consentimiento o no de familiares,  utiliza 10 mg de la misma droga, una dosis letal por ser 10 veces superior a la anterior citada y administrada en bolo intravenoso,  ha de producir una rápida parada cardio-respiratoria,  o sea: su  muerte  rápida y definitiva. El primer caso es de buena praxis médica, el segundo es llanamente un caso de eutanasia activa, en la que se nos quiere imponer un asesinato bajo el  falso pretexto de "piedad" ante el agonizante. La diferencia tan sólo es marcada por la intencionalidad  del profesional  y por la dosificación terapéutica.



Intereses actuales sobre la eutanasia activa.-

Lamentablemente hay muchos intereses inconfesables para que el hombre muera de esta segunda forma rápida y aparentemente sin dolor, realizando una  verdadera  "muerte indigna", la que ahora se nos quiere imponer.

Están los intereses de los familiares que con el bonito disfraz de la "caridad", de "evitarle sufrimientos". Ellos intentan quitarse de encima una responsabilidad, unas largas molestias de  visitas y compañía y lo peor: unos agobiantes gastos.

Están los intereses de los médicos y sanitarios de renombradas  clínicas que a cambio de  unas rápidas y fáciles  ganancias juegan a ser  los " diosecillos" manipuladores de la vida y de la muerte.

Están los intereses  de los  políticos que tratan de "sanear" la Seguridad social de gastos y sobre todo de ganar votos de una mayoría materialista que se  imaginan les aplaudirá en las urnas por su posición a favor de una "elogiable muerte digna " o de una "eutanasia liberadora".  Más les valdría a esos políticos del gobierno de turno el facilitar a la sociedad una "verdadera vida digna", con igualdad de oportunidades de trabajo y  de remuneración para todos, sin la desigualdad de una casta política central o autonómica repleta de sueldos y pagas frente a una masa popular que ya busca comida en los vertederos de basura. Más les valdría evitar esto , repito , que no cacarear la mal llamada "muerte digna" ideada contra  aquellos que por su falta de voto y  aparente inutilidad parecen estar demás..

 Están los intereses de casi todos los medios de comunicación audiovisuales, que apoyan a los políticos de quienes reciben jugosas subvenciones.

Está el silencio miedoso de  esa mayoría tibia que miramos para otro lado, que no queremos meternos en líos con el pretexto de que todo es opinable, en especial  la vida de los que  ya no pueden luchar .

 Por último están los intereses de los pobres enfermos. Ellos realmente no saben ni el fondo ni el porqué del asunto en que se ven sumergidos.. No quieren "ser una carga" para nadie, se sienten dolidos molestando a los demás y proponen su final o acaso se lo permiten realizar a una "sabia sociedad" que nos predica  naturalidad para prescindir rápidamente de ellos. Naturalmente los enfermos quieren dejar de experimentar un sufrir en el que se les explica machaconamente que no tiene sentido alguno. Y así los pacientes graves, las  víctimas de esta ley inícua,   ignoran que los buenos médicos y los auténticos sanitarios si es que se les llama,  sin duda amortiguarían o anularían sus dolores y paralelamente obtendrían,  la mayor dignidad del ser humano: la de santificarse a sí mismos y la de santificar a los demás, en un último testimonio: el de acatar  la voluntad de Dios.



Papel del verdadero sanitario .-

Los médicos estamos siempre en contra del dolor y en favor de la vida, por la ley natural que todos llevamos escrita en el corazón, por nuestra vocación de siempre curar al enfermo y porque también tenemos derecho a dar testimonio de la moral y de la fe. Nuestra obligación  es proteger la vida, y si el paciente, atemorizado nos pidiese la muerte , hemos de convencerle con cariño de su error y privarle, con los numerosos fármacos de que disponemos del sufrimiento, a la vez que del temor. Nunca hemos de  pretender acabar con su vida, aunque  la medicación pueda quizás acortar su final. La gran mayoría de los pacientes agradecen esta buena praxis médica, e incluso algunos se llevan la grata sorpresa de una supervivencia digna, que no hubiera ocurrido puestos en manos de otros auténticos matarifes que se hacen pasar por sanitarios.

 Todos nosotros necesitamos  valentía, la que nace de la fe y de la oración, para hacer frente con todo nuestro ímpetu a esta locura social que se nos quiere imponer a la fuerza. Necesitamos también todo nuestro tiempo para dar cariño y compañía a cada paciente terminal, para hacerle descubrir la verdadera solución digna, la que Dios tiene preparada para cada unos de nosotros cuando llegue nuestro momento.

 Son dos los  únicos destinos posibles al término de la senda:  la vida definitiva o la muerte eterna . La verdadera dignidad es la de la vida para siempre. Los médicos, que también somos cuerpo y alma,  hemos de luchar porque se respeten ambas. Tan sólo  se elige una vez.,  así que ayudemos a los demás a acertar.



Epicuro.-  Octubre de 2007- 2010 .- Revisado Mayo de 2019